Escanearse o no el iris. Pablo Martín, de 18 años, no se planteó ese dilema el pasado diciembre, cuando tuvo la oportunidad de pegar su ojo derecho a una esfera metálica de aspecto futurista y con el tamaño de un balón de fútbol. “No se mueva ni parpadee. Espere a que se enciendan los leds”, le dijo un joven con camiseta negra que lo atendió en un centro comercial de Madrid. De repente una luz blanca titiló: “Listo, ya tiene su World ID y en 24 horas recibirá las monedas que haya acumulado este tiempo”. Martín miró perplejo su móvil, en la pantalla flotaba un pasaporte que le garantizaba una “prueba de humanidad”.
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